Pagar o no pagar, esa es la cuestión. Noviembre mantiene la incertidumbre sobre el aumento al valor del pasaje extraurbano que, en el caso de los buses que cubren la ruta de 26 kilómetros asfaltados entre Amatitlán y Guatemala, los empresarios pretenden fijar en tres quetzales. Desvergonzadamente, se ufanan así de demostrar su buen corazón pues amenazan con lograr fácilmente que les autoricen una tarifa de Q4.00 o hasta Q5.00.
Un grupo de vecinos convocó recientemente a una reunión de emergencia. Se presentaron algunos concejales y varios usuarios, quienes llegaron a la salomónica conclusión que el aumento es exagerado y que la mayoría de los usuarios no pueden pagarlo. Otra reunión, parece ser, se llevó a cabo en la Muni. En ésta reunión las cosas no cambiaron mucho: los empresarios se aferraron al aumento, los usuarios tarde o temprano y cueste lo que cueste tendrán que pagar o los bajarán del autobús, la Muni poco o nada puede hacer para evitar el aumento que otros funcionarios autoricen. Mientras tanto, las jarrillas y las arañas están de fiesta en el parque lo mismo que en! el Ingenio. Argumentan los empresarios del transporte no solo el aumento exagerado del combustible, sino también el incremento de lubricantes, llantas, repuestos en general, mano de obra electromecánica, mantenimiento general y operación de las unidades. Comparan la fácil vida de los profesionales e instruidos quienes se levantan tarde y abren sus oficinas, clínicas, talleres o negocios a la hora que les da la gana y cobrando la tarifa que les da la gana. Mientras que ellos, pobrecitos transportistas, tienen que madrugar, tragar bilis todo el día con las mordidas de los chontes, con los clavos de los choferes y con los mocos de los ayudantes, además de las exigencias de la sucursal, segundo y hasta tercer frente, porque ni modo el que tanto trabaja merece que lo atienda más de una mujer, así al final de la jornada sólo les quedan libres! unos miserables cientos de quetzales. Se lamentan, los abnegados camioneteros, de ser mal vistos por la sociedad solo por el hecho de permanecer sucios, hablar con palabras soeces, majaderías, e insultos, a ritmo de grito y amenaza, con el fondo musical de grupos choleros a más no poder y obligando a los pasajeros a soportar cualquier muestra de su amplia colección de patanerías. Incluso algunos pasajeros, ah ilusos, han llegado a pretender que los choferes y ayudantes conozcan y apliquen el reglamento de tránsito y las leyes relacionadas con el transporte de personas y el respeto a la integridad humana. Cómo va a ser eso? Si ni los policías conocen la ley, mucho menos estos angelitos del averno que se ganan la vida como ases del volante.
Negocio es negocio, dicen los norteamericanos, y aquí en Guatemala los dueños del capital lo aplican como sus mejores alumnos. Que crezca la empresa, aunque sea a costillas del pueblo. Debe oírse a los usuarios y hacer todo lo posible por ajustar las tarifas a la real capacidad de pago de los pasajeros consuetudinarios. En el peor de los casos el aumento no debe ser mayor a cincuenta centavos, es decir una tarifa no mayor de Q2.50, con derecho a ticket contable.
No puede ser que se condene tan brutalmente a Juan Pasajero, ese usuario de todos los días al que no le quedará más remedio que pujar para adentro y encomendarse a Dios, cada vez que le toque subirse a una chatarra que alguna vez ostentó el nombre de autobús o camioneta pero que, con el paso de los años y la falta de correcto mantenimiento, en el mejor de los casos es un montón de fieros viejos con sillones rotos o sin sillones, con resortes, alambres, tornillos y clavos dispuestos a darse todo un festín con las medias, pantys, faldas, pantalones, camisas, uniformes, sacos y toda prenda de vestir que caiga en sus garras, sin guardapaquetes, sin ningún elemento de seguridad (mucho menos de comodidad!!!), con las ventanillas en tan mal estado que es como que no hay forma de evitar el humo, la tierra y la lluvia. Con motores obsoletos que en cualquier momento fallan o simplemente se funden, tal como lo demuestra el hecho que todos los días hay una o dos camionetas tiradas en la ruta. Sin frenos pero con exceso de pasajeros, y con el chofer metiendo el caite hasta el fondo. Por cierto, ahora que me acuerdo, ¿qué pasó con aquella onda del seguro que debían pagar los autobuseros?