Así están los tiempos modernos, no hay nada claro, ni nada escrito, y eso es una verdadera lástima. Por alguna extraña razón, en esta etapa de mi vida me he topado con muchas, sino muchísimas mujeres ambiguas. Aquellas mujeres que están con uno por complacencia o ¿lástima? Que le prestan su hombro para llorar y sus labios para desahogarse, pero hasta allí. Son esas mujeres que manejan el arte de la ambigüedad con una destreza casi imperceptible. Entendiendo al arte de la ambigüedad como ese arte confuso y difuso que nos separa del ser su amigo, su pareja, su confidente, su amante o su conocido. Que provoca esas disparatadas confusiones de nos saberse ni dónde se está parado. He conocido mujeres donde soy su amigo, pero no su pareja. Donde soy su pareja, pero no su amigo. O no soy su pareja, ni su amigo, pero si estamos juntos. Donde el amor no aparece ni por arte de magia, y donde aparece cuando ya no lo necesitamos.
Las chicas ambiguas, las que me buscan y me acosan, las que se aburren de mí, cuando entonces yo las busco y las acoso.
Esas mujercitas quisquillosas que me envían tarjetitas, besos o guiños al aire y que luego alegan inocencia. Las que dejan en qué pensar por momentos.
Entonces talvez, solo talvez, sea yo el equivocado, el que un gesto amable confunda con un mensaje de alto contenido erótico. Que confunda una conducta normal de gentileza con una insinuación.
Entonces estoy en pañales tratando de descifrar al mundo fémino y como diría una amiga: “jamás nos entenderás si no vives por lo menos 250 años con una de nosotras�?.
Por ahora me siento tonto, y ridículo. Un poco incompetente para esto de comprender el lenguaje cifrado de género femenino. Porque cuando dicen Sí es que Talvez, cuando dicen que No es que Sí, cuando dicen que Talvez es que No. Y todo eso con sus respectivas variantes.
Gozo, pero sufro aún más con las mujeres ambiguas, que te dan un beso tras un pañuelo o te dicen: Guten Tag. Sin siquiera darte tiempo a descifrar tan extraña frase.
Las mujeres ambiguas se quieren de lejos, de vista, de admiración, como quien ve una pintura famosa, se desea en la sala de la casa por hermosa, exótica y única, pero sabemos que es imposible.
Que esas obras de arte solo se conciben una vez y para algunos afortunados.
Eso de entender a las mujeres, no debería preocuparme, porque total nunca lo voy a lograr. Sólo debería sentarme a esperar que alguna pase, se compadezca de mis huesos, me lleve y no desee devolverme. Una tarea tediosa e incierta, pero es una incertidumbre que sí puedo manejar. Y talvez con el tiempo aprenderé a manejar esa ambigüedad, que veo, ellas disfrutan. Un privilegio que no debe ser exclusivo de féminas.