Por Jose Carlos Chiquín.
Hoy que me encuentro tranquilo, quiero tomarme un momento para meditar un poco los misterios de la vida.
Quiero dejar estos versos a modo de testamento, como voluntad postrera, cuando llegue mi partida.
Cuando sobre este mundo mi misión haya cumplido, cuando al fin sea llamado a dormir con mis abuelos sobre mi sencilla tumba, planten un árbol, les pido, que se nutra con mi cuerpo, que mi carne sea su suelo.
El árbol que han de plantar no ha de ser uno cualquiera, debe ser uno especial para que me dé su abrigo que sea uno que encierre la esencia de nuestra tierra, quisiera de corazón que fuese un árbol de Hormigo.
Conforme pasen los días, el milagro se irá obrando: cambiaré mi sangre y huesos por blanca savia y madera mis moléculas inertes nueva vida irán cobrando, resucitando por pausas en mágica y divina espera.
Cambiando brazos y manos por clorofílicas ramas penetrando mis raíces en nuestro suelo bendito alimentando mi ser con el sol de las mañanas, y nutrirme con el canto de miles de pajaritos.
Y cuando al fin ya frondoso e imponente me levante, quisiera pedirles algo que parecerá locura: Quiero morir nuevamente en sacrificio fulminante morir por segunda vez con una muerte segura.
Que mi cuerpo mutilado caiga exánime y yermo, y que artesanales manos transformen ya mi apariencia con mucha delicadeza, como quien cuida a un enfermo en una obra sublime, digna de una noble ciencia.
Que mis carnes se dividan en trozos con arte y gala serie infinita de teclas que le canten a mi gente.
Maderas que llevan dentro tu sentir, mi Guatemala, tu color, magia y encanto. Tus riquezas esplendentes.
Y luego así transformado, esperar pacientemente a que artísticas baquetas me despierten de aquel sueño convertir mis sentimientos en mil notas diferentes, salir volando muy alto por tus paisajes de ensueño.
Convertir mi risa y llanto en armonías sonoras, en arpegios melodiosos que reflejen lo que creo.
Y así, mientras voy soñando cuando lleguen esas horas, te presento, Guatemala, mi más ferviente deseo: ¡Quiero convertirme en Son!
Ser ese Son cadente, tan nostálgico y sereno que describa las bellezas de tu gente tan sencilla arrancar lágrimas de gozo, de añoranza o lejanía del hijo ausente que llora y suspira por tu suelo.
Quiero ser el Sonsonete del campesino en el campo, melancolía de siglos del indígena oprimido.
Llanto callado y profundo de tu pueblo tan sufrido, pero que nunca se dobla a pesar de sus quebrantos.
Transformarme en ese Son de tus danzas y rituales esa herencia espiritual de abuelos milenarios danza de guardabarrancas, pitorreales y canarios tradiciones de esplendor de las ceibas y quetzales.
¡Quiero convertirme en Son! Ese Son que muchas veces nos deja en completa calma porque nos recuerda mucho: Tu pasado y tus raíces, ese Son que nos susurra con sus cientos de matices las bellezas de mi patria, mi Guatemala del alma.
Ser ese Son melodioso que el espíritu alimenta Que te transporta y te muestra las bellezas de tu tierra Que con su bendita música, todo el universo encierra Que te arrulla con sus ritmos y mil historias te cuenta.
Quiero ser el Son que hable de bellezas naturales Ser el Son que te dibuje valles, ríos y volcanes selvas, bosques y ciudades, ruinas mayas y nahuales lagos, montes, riachuelos, campos llenos de trigales…
¡Quiero convertirme en Son! Ser el Son de serenata en el día de la Virgen o el que se escucha quedito algún domingo en la tarde Ser el Son de los "casorios" cuando bailan los compadres o el que en el parque se toca y humildes manos dirigen.
Ser tal vez el Son chapín, alma de las zarabandas colarme en algún chonguengue, o meterme en un chinique ser también el Son chispeante, alegría que repique en la feria de mi pueblo o bien en cualquier parranda.
Ese Son que arranca gritos que nacen en lo profundo que nos invita a bailar, pues su ritmo nos hechiza ser el Son que se presenta cuando la fiesta agoniza Ser el Son de Guatemala: ¡El más hermoso del mundo!
Jose Carlos Chiquín, Febrero 6 de 1999.