Por momentos, entre tanto vértigo proselitista, llegamos a creer que esos diecitantos rostros que observamos en los medios son todo lo que tenemos que saber, las elecciones presidenciales decimos por ahí. Y claro, se trata de elegir, pero la reflexión suele perderse en ese único símbolo de gobierno que pareciera ser el presidente.
El presidente es importante, y poderoso, sí, vaya si no lo es, pero el resto de los 3719 cargos públicos también tienen lo suyo, recordemos que son cuatro papeletas, los alcaldes y diputados merecen que nos tomemos el tiempo de conocer sus propuestas e historiales.
Quisiera hacer particular énfasis en el Congreso, ah los diputados, si las leyes fueran tan efectivas como los chistes que se hacen de los congresistas estaríamos disfrutando del mejor “estado de derecho”.
Las leyes son el punto de partida para la conformación consciente de una nación, para convivir en esto que llamamos sociedad. Las leyes permiten o no todas esas promesas que sonaron ayer en el mitin; en los documentos que se redactan en ese estadio-circo de madera que es el Congreso encontramos la posibilidad de que todo esto empiece a cambiar, y sin embargo…
Entonces vale mucho la pena reflexionar al respecto, vale demasiado diría yo, el presidente puede soñar, prometer, tranzar mucho, pero es desde esos curules desde donde las condiciones para el paìs deben empezar.
Y claro, las corporaciones municipales (je que bonito nombre), son otro elemento fundamental para la idea de Estado, la articulación armónica de ese mecanismo que conformamos debería ser un país, y pues, evitemos la miopía cívica, la elecciones son algo bastante más complejo y delicado que una libra de frijol por voto.
Imagen: Tribunal Surpremo Electoral. Les recomendamos el pdf de 9 pasos para votar.