De Africa o Asia, de Guatemala o México… da igual, nuestra vertebrada compañera de hormigo puede ser de donde ella se siente más cómoda, total, acá le damos duro a sus teclas. Sí, la marimba, ahora ya símbolo nacional, es, efectivamente, un referente inmediato de nuestra identidad. Hermosa y complicada a la vez, fiestera pero con traumas: “compatriotas guatemaltecos, nos disponemos a entrar en cadena nacional luego de que el presidente fulanito fuera derrocado por…”, sí, chulada pues, ya he escuchado más de una vez esa filiación de la música de marimba y los golpes de estado.
Pero también las fiestas, la clásica bailada de marimba con la mamá o con la tía, tenía razón Alux Nahual, los muchachos “no los saben cantar ni bailar, esa música no es de su tiempo como el viento la escuchan pasar”, un tanto así es el fenómeno, sin embargo resulta interesante cuando uno escucha a bandas de rock como Chamalé, La Tona o Zoobreviencia, quienes hacen sonar el hormigo entre el grunge y el regué, o en proyectos electrónicos como “Democracia sonora” donde se escucha “Revulli trip”, una mezcla de marimba y sintetizadores que llevan el marimbón a nuevos estados de delirio, suena bien la mezcla.
Bastará partir de que antes que un símbolo la marimba es un instrumento, de ahí que en la libertad que brinda la creación encontremos la resignificación de este símbolo nacional.
Nadie duda la calidad y genio de Jesús Castillo, de los hermanos Bethancourt, Mariano Valverde, entre otros de la gran prole de compositores de inicios del siglo pasados, y para reconocer a los vivos, el gran maestro Joaquín Orellana es nuestro gran genio de la marimba contemporánea, sin duda la marimba sigue siendo un importante ícono en el imaginario guatemalteco, será interesantísimo ver lo que nos depara.