¡A la izquierda!, ¡A la derecha!, ¡Más duro!, ¡Como si fuera tu mamá!, ¡Dale Duro!
Así “suenan” realmente las fiestas donde hay piñatas, generalmente cumpleaños, pero ahora en cualquier reunión en que el presupuesto lo permita nos damos el lujo de reventar una piñata, aunque no alcance para los dulces, sólo por el gusto de quebrarle la cabeza al diablo el 7 de diciembre, o solo porque no nos gusta Bob Esponja y queremos verlo sufrir.
La realidad es que desde pequeños recordamos que las piñatas eran parte importante de cualquier fiesta de cumpleaños. No recuerdo desde cuándo los personajes de Disney (y otras productoras de dibujos animados) comenzaron a ser los protagonistas, pero por las piñaterías de la zona 1 han desfilado personajes de la talla de Mickey Mouse, Nemo, Shrek, la sirenita y hasta los controvertidos Teletubbies.
La escena típica de una piñata (piñata concebida como la fiesta, porque así llegamos a llamar a las fiestas de cumpleaños) incluía al niño chiquito que siempre lloraba porque no lograba ni un dulce, la niña consentida que por chula recibía los dulces de todos los adultos y la patoja malcriada que se las sabía todas y siempre llegaba con un gran vestido para que a la hora de caer todos los dulces pudiera taparlos con la falda y CUIDADITO si alguien metía las manos debajo para agarrar sus “tesoritos” (obviamente refiriéndome a los dulces, chicles, chocolates y hasta alguna choca -las fichas de a 25 len- que de vez en cuando le caía en la cabeza al niño chiquito y llorón).
Pues así han sido, son y serán las piñatas… con su estructura de alambres de sercha, el papel periódico con yuquía que termina el cuerpo y los pliegos y pliegos de papel de china cortados como “barbas” para lograr las coloridas, bellas, divertidas y posteriormente destrozadas piñatas.
¿Qué recuerdos les traen las piñatas? Yo hace mucho que no voy a una… pero hay niños que nunca han visto una. ¿Qué tal si este año les llevamos piñatas a los niños que nunca las han disfrutado?