Ahora que en el regreso a clases, la universidad es otra cosa. Quien sabe por qué uno se siente distinto cuando vuelve a la U (será porque menos del 1% de Guatemaltecos logran egresar de la universidad y solo el 3.2% logró ingresar a ella). Con un trato más cercano a lo profesional y no a lo maternal (primera gran duda) el ambiente en las aulas universitarias es muy distinto y aunque cambia en cada campus, estamos de acuerdo en que ya no estamos en el colegio.
Para muchos, la gran mayoría, la universidad se comparte con las horas laborales, claro está, si la carrera lo permite, si no, pues se pasa a engrosar la lista de estudihambres universitarios, esperando avanzar para conseguir un empleo. Otros, los menos, los mucho menos, van a la universidad a completar un requisito que sus padres les exigen.
Centro de diversiones, fuente de amistades, y, sobretodo, epicentro de los profesionales, la Universidad es un espacio por tomar, por aprehenderse. Y claro, no es un llamado a manifestaciones o similar, me refiero al papel de los estudiantes universitarios como jóvenes con ideas y en sólido proceso formativo (eso esperaríamos) que están dispuestos a participar de las decisiones del país, sí, parece demasiada setentera la idea, muy idealista dirían algunos, pero bien, bastaría, para empezar, tomarnos en serio el asunto de estar ahí, bastaría con leer las obras completas y no los resúmenes, de tan siquiera leer lo que estamos bajando del Internet para pegarlo en el trabajo, y bueno, así como nos ha alcanzado la fuerza en los proyectos de un par de noches sin dormir, la energía de los redoblados esfuerzos que la academia exige, pues nos seguirán alcanzando las ganas y las frustraciones, y habrá que aprender a lidiar con ellas. Tiene sentido echar punta con todo, y gozarla, por supuesto, hay un extenso listado de aventuras universitarias por contar, son buenos años pues, y, aunque no parezca, demasiado depende de lo que dentro de esas aulas sucede.