Foto: por L.S. Doron usada con licencia Creative Commons.
¿Te acordás de aquella época en que las decisiones importantes se tomaban con un práctico: “Tin Marín de Dos Pingüé, cúcara mácara, títere fue…”?
Se podían detener las cosas cuando se complicaban, haciendo uso de un simple: “¡Ah puchis, no se vale!”; y los errores se arreglaban diciendo simplemente: “Muchá, mejor empecemos otra vez”.
El peor castigo y condena era que te hicieran escribir 100 veces: “No debo..” Pero para salvar a todos tus amigos bastaba un grito de: “¡Un, dos, tres, chíviri cuarta por mí y por todos!”.
Siempre descubrías tus más ocultas habilidades, a causa de un: “¿A que no hacés esto?” Aunque ¡Ojo!, no había nada más prohibido que jugar con fuego, ¡Sobretodo en diciembre!
Lo único que nos hacía correr como locos era decir: “¡El último que llegue pierde!” y eso de “policías y ladrones” no era más que un juego (desde ese entonces, era mejor ser ladrón que policía…)
El grito “¡Guerra!” solo significaba tirarle bolitas de papel o trocitos de árbol a los amigos y entre carcajadas. Aunque las bombas de agua eran la más modernas, poderosas y eficientes armas que jamás se habían inventado.
¿Todas estas simples cosas te hacían feliz? Probablemente no necesitabas de nada más.
Sin duda, las cosas en nuestra Guatemala han cambiado.
Y porque nuestras vidas no deberían ser el juego de nadie: ¡Vamos a actuar! y a pensar.
-
Ah, y el último en leerlo… ¡¡¡La lleva!!!