Para el niño que fui hace 25 años, el siglo XXI era una utopía de ciencia-ficción: muchos avances, todo muy limpio, todo muy bueno, todos iguales.
El mundo de siglo XXI es más sorprendente de lo que jamás me imagine: mucho más pequeño y complejo, mucho más profundo y, a veces, mucho más atemorizante. Ayer a por la mañana que me entere del atentando de Madrid, me causo dos impresiones: “Qué rápido caminan las noticias” y, después de leer la noticia, “¡Malditos! Más sangre, ¡no!” Y es que las implicaciones de estas de acciones van mucho más allá de las muertes y el horror del momento. En este mundo globalizado, el horror da paso al temor y a la paranoia, nuestras vidas ya no van a caminar igual después de este día negro. Tal como las cosas cambiaron después del 11 de septiembre, nuestros países pobres sufrirán una vez más de los temores de las naciones más fuertes, más restricciones, menos turismo, más xenofobia, menos importaciones, etc.
Después de los atentados el mundo debe reflexionar sobre las motivaciones y los orígenes de estos hechos. Derrumbar las Torres Gemelas no mejoró la situación de medio oriente. Una cruzada contra el terrorismo no ha detenido el terrorismo, ni lo detendrá. Ahora, Madrid… Solo la comprensión y la empatía van a cambiar el mundo. Los asesinos debieran ser castigados, pero los hijos de esos asesinos y los hijos de sus hijos no debieran seguir el camino de sus padres. La medicina no debiera ser más cara, ni más terrible, que la enfermedad.
España, compartimos tu dolor.
Comentarios