¿Cuántas veces no lo dijiste o al menos soñaste con que alguien lanzara la invitación (o la orden, dependiendo de la influencia que tuviera)?
¿Tomaste el ahorrito, lo que sobró o lo que te prestaron y saliste “despepitado en una burra” para el puerto de San José? o ¿Como podías, agarraste el carro y de lo “despepitado” sí no te salvaste en el camino a la diversión del Océano Pacífico?
Tal vez esto sonó, suena y sonará más por el lado de la capital y la región central del país porque no se tenía tan fácil el acceso a las bellas playas de Izabal o las tranquilas aguas del Lago de Atitlán pero lo que sí puede ser un denominador común es el deseo de escapar del aburrimiento o los problemas del día a día al menos por unos momentos.
Ya entre el agua, la calzoneta, pantaloneta o la ropa interior (si no alcanzaba para algo más) no se salvaban de un buen baño y hasta un par de arrastradas para los que no nos las podíamos con las olas y el mar, que de juguetón tranquilo podía pasar a implacable con sus advertencias.
Recoger conchitas y caracolitos no se limitaba a los niñitos o jovencitas, cualquiera armaba su colección ya fuera para recordar el momento o incluso, dándole el “toque varonil”, para un collar de macho.
Siempre será divertido, aún para quienes respetando el mar, prefieren ver cómo las olas borran sus huellas o el nombre del ser amado en la arena, todo esto, antes de disfrutar los preciosos e inigualables atardeceres que se nos regala en cualquier rincón de Guatemala.
¿Cómo vivías vos esas idas al puerto, al lago o al río con los amigos, la familia o en aquéllas escapaditas con la pareja?